Por Luis Medina*
En una clase de francés, un profesor me preguntó si la B y la V suenan igual en mi lengua natal, el español. Con mi marcado acento latinoamericano, contesté que sí, que tenían un sonido idéntico. Una española en la habitación, sin embargo, se apresuró a contradecirme. Para ella, el sonido de esas dos consonantes es reconociblemente distinto, tan diferente como decir burro o vaca. Su comentario me sorprendió porque recordé las muchísimas ocasiones en que, siendo chico y ya no tan chico, dije en voz alta: ¿se escribe con B grande o con V pequeña? Para mí suenan igual, sin importar si estamos hablando del apellido de mi mamá, Córdova, o de Córdoba, la ciudad en Argentina.
Aprendí a hablar español en Latinoamérica y eso lo delato cada vez que hablo. No solo mi pronunciación suele ser distinta a la del español de Europa, sino que hay palabras que siento más mías que otras. Dizque, por mencionar una. Un ejemplo de cómo usarla: dizque en España y en Ecuador hablamos el mismo idioma, pero yo a veces siento que es otro, que por cierto tampoco es idéntico al que se habla en Perú, Colombia, Chile o Argentina. Ni siquiera entre vecinos latinoamericanos nos entendemos del todo, comprendí al conocer a un chileno y un mexicano que prefieren hablarse en inglés. Si creen que exagero, los invito a descifrar la letra de esa ‘rola’ mexicanísima llamada Chilanga Banda.
Las palabras que usamos y la forma en que las pronunciamos son diferentes porque están cargadas de historia. Historias de conquista y de colonialismo, pero también de resistencia e hibridación cultural: después de todo, los caciques que los conquistadores despojaron en el Caribe pasaron a habitar el lenguaje de los conquistadores. Existe una relación compleja entre el lenguaje español y el imperialismo. Por eso, leer la página en español de la BBC, BBC Mundo, puede funcionar como un ejercicio crítico: una institución tan británica como la BBC, emblemática de un país históricamente imperialista como Reino Unido, publicando noticias no en español europeo, sino en un español reconociblemente latinoamericano, propio de una región mayoritariamente en vías de desarrollo.
Hay mucho que pensar sobre BBC Mundo y la forma en que emplea el idioma. Sobre todo, si consideramos una de las premisas de Language Acts and Worldmaking, proyecto financiado por el Arts and Humanities Research Council, que propone mirar al lenguaje como una fuerza histórica, no solo como un vehículo transparente para el pensamiento. El lenguaje, según la lógica detrás de esta iniciativa, puede darnos un sentido de localidad y de pertenencia, puede ayudarnos a experimentar formas de ser y de pensar. Desde esa perspectiva, leer en BBC Mundo palabras que decimos en Latinoamérica, en oraciones conjugadas en los mismos tiempos verbales que nosotros usaríamos en nuestros países, no solo tiene un significado, sino también un efecto (o varios).
Uno de esos efectos es que los lectores podemos sentirnos identificados. En el Consejo Estudiantil de Language Acts and Worldmaking – un grupo del que tengo el privilegio de formar parte – creemos que el lenguaje ayuda a darle forma a nuestras comunidades y puede proveernos sensaciones de pertenencia, incluso, en medio de contextos de aislamiento. Si llevamos esa idea al mundo digital, nos daríamos cuenta de que el lenguaje que usamos llega ser algo tan propio que leer nuestras propias palabras en una página extranjera, además de sentirse familiar, es capaz de emocionarnos.
La emoción que – hasta inconscientemente se deriva de nuestra lengua – se nota especialmente en el tipo de cobertura que BBC Mundo da a las diferentes ediciones del Hay Festival, un encuentro literario que se lleva a cabo todos los años en varias ciudades del mundo. En una sección dedicada enteramente a ‘la riqueza de nuestro idioma’, se publican artículos que abren ventanas al español latinoamericano, explicando, por ejemplo, por qué para los latinoamericanos la Z y la C suenan como la S.
A la gente le gusta mucho hablar de su lenguaje, explica una periodista de BBC Mundo con la que pude conversar. Aunque en periodismo siempre sospecho cada vez que me hablan de ese plural indefinido de ‘la gente’, tiene razón, pienso al ver lo acaloradas que se ponen las discusiones cuando alguien pregunta dónde se habla ‘el mejor’ y ‘el peor’ español de América Latina. Más que argumentos, en esos debates brotan emociones. Porque, dice ella, ‘la lengua es algo tan intrínseco de uno, que uno no piensa, pero en verdad es algo que te define, define cómo piensas, define un montón’.
Si la lengua nos define, mirando cómo hablamos se nos puede conocer un poquito. Ese es otro efecto del español de BBC Mundo: al explicar que chapa significa policía en Ecuador, pero en Nicaragua es un arete y en Colombia una hebilla, no solo se revela el significado de una misma palabra en diferentes países, sino que se ofrece una mirada a la diversidad cultural latinoamericana. Y esta mirada no es únicamente para hablantes nativos. Es también para las personas que tienen al español como lengua no-natal, quienes leyendo por qué en algunos países se dice vos y en otros tú reciben pistas de cómo funcionan las relaciones de poder, de género y de clases sociales en América Latina, porque estas se reflejan en las palabras de todos.
También existe la necesidad de reflexionar sobre los efectos problemáticos de la relación de BBC Mundo con Latinoamérica. Solo pensando en la forma en que se usa el idioma hay varios caminos a explorar, comenzando por el hecho de que su intento por emplear un español latinoamericano que apele a la mayoría de hablantes es naturalmente selectivo. Usar la palabra coche para un artículo, en vez de carro o auto, implica elegir una cosa sobre la otra. Es importante pensar en las políticas detrás de estas decisiones que, para el equipo de BBC Mundo, se resumen en un tema de lectoría: por lo general, si la palabra se entiende, eligen la que se dice en México, porque ahí está su audiencia más grande. Dentro de Latinoamérica hay países que tienen una producción cultural dominante, como México precisamente, y otros cuya cultura no se divulga de manera masiva. Habría que pensar en cómo funcionan estas asimetrías en términos de representación, sobre las que BBC Mundo tiene una influencia tácita.
Otro camino de investigación estaría en cuestionar las repercusiones de que sea una institución europea – la BBC – la que desempeñe el rol de explicar el mundo latinoamericano de manera global a través del Internet. Especialmente, tomando en cuenta argumentos como los de los investigadores Marie Gillespie y Gerd Baumann, quienes hablan del Servicio Mundial de la BBC (del que BBC Mundo es parte) como un agente que no está ‘libre de intereses’, pero que sin embargo disfruta de un aura de imparcialidad periodística. El problema, consideran ellos, es que sus intereses son difíciles de identificar. El arte de ocultarlos, argumentan Gillespie y Baumann, reside ‘in the crafting’. En el caso de Latinoamérica, tendríamos que preguntarnos, ¿dónde se ocultan y cuáles son esos intereses?
Para detectarlos, la investigación de Gillespie y Baumann sugiere profundizar en procesos que ocurren a diario en la BBC. Estos procesos involucran no solo en la forma en que se elaboran contenidos, sino también los modos en que la institución misma opera. Ambos aspectos involucran 'transacciones' entre un centro y diversas periferias, conectados a través de decisiones sobre comisionar, traducir o reformular textos, además de estructuras editoriales y administrativas. Entender los cómos y los porqués de las selecciones, técnicas, prácticas y el personal involucrado en estas 'transacciones' resulta clave para entender críticamente la relación entre la BBC y Latinoamérica.
Sin pensar adónde pueden llevarnos los múltiples caminos a explorar, todas las expediciones ocurren gracias al lenguaje. Por eso no dejan de sorprenderme las visiones utilitaristas sobre la enseñanza de idiomas extranjeros. Hace un año, un columnista de The Guardian cuestionaba la utilidad de la enseñanza de idiomas en Reino Unido cuando las universidades ‘continentales’ son crecientemente entornos donde se habla inglés y, además, habilidades de traducción tanto escritas como orales son susceptibles a la computarización. Aprender otro idioma no es lo mismo que aprender a traducir mecánicamente. Es mucho más que eso. Es exponerse a otra cultura para aprender de ella, para aprender, por ejemplo, que se puede abrazar con el alma: apapachar.
*About the author:
Luis Medina is an Ecuadorian journalist and doctoral candidate at King’s College London, in the PhD program in Spanish Portuguese and Latin American Studies. His interests are focused on Latin American cultural studies and literature. He is currently researching the effects of financial crisis on the literary imaging of the contemporary Ecuadorian nation, considering issues ranging from nationalism and national identities to transnationalism and hybrid identities.
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